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Inteligencia emocional: Adiós a los «niños diez»

El programa de Educación Responsable de la Fundación Botín está presente en 230 colegios de España. Su objetivo es fomentar la creatividad, la autoestima y el autocontrol de los alumnos y mejorar así su rendimiento académico

Inteligencia Emocional
Una alumna del colegio El Porvenir recorre los pasillos del centro decorados con obras realizadas sobre acetato. Con esta actividad se busca que los alumnos representen sus miedos a través de símbolos.

En la clase de Valores Sociales y Cívicos del colegio El Porvenir hoy no se imparte teoría. Los alumnos no se limitarán a escuchar un pomposo discurso sobre derechos humanos y libertades fundamentales. La propuesta es distinta: hacer un plato, como los concursantes de «MásterChef», sobre las emociones. María está en sexto de Primaria, tiene 12 años y ha hecho «la tarta de la empatía», cuyos ingredientes son: chocolate de la amistad, frambuesa del amor, huevo del conocimiento, harina de la tristeza, sal del respeto y piel de limón del enfado. «Hemos incluido sentimientos como la tristeza o el enfado porque si te encuentras a alguien así y crees que no es importante no le vas a poder ayudar. Si no tenemos conocimiento de lo que nos pasa a nosotros, luego, al ponernos en el lugar del otro, no sabremos cómo ayudarle». María define la empatía con la convicción y claridad de la que carecen muchos adultos.

Esta actividad forma parte del programa Educación Responsable impulsado por la Fundación Botín y cuyo objetivo no es sacar de las aulas niños «diez» en resolución de problemas matemáticos o en memorizar la cronología de la obra de Cervantes. Puesto en marcha en 2006 en Santander y ya en funcionamiento en 230 centros de toda España, este programa pretende fomentar durante tres años (aunque pueden prolongarse) el desarrollo emocional, social y creativo de niños y jóvenes desde los 3 a los 16 años. A través de actividades que parecen sacadas de un cuento y que son tanto o más necesarias como las asignaturas de Matemáticas o Lengua, se estimula a los alumnos para que se conozcan a sí mismos y a los demás, aprendan a gestionar conflictos y desarrollen la autoestima, la empatía, la asertividad o el autocontrol.

¿Qué significa desarrollar la Inteligencia Emocional?

«Se parte de la idea de que el coeficiente intelectual no predice el éxito, sino que hay otras habilidades que favorecen que la persona consiga lo que se propone. La clave está en que dichas habilidades se pueden aprender. Con ellas se consigue un buen clima en el aula y en los hogares, además de mejorar el rendimiento académico», explica Adriana Yepez, coordinadora del programa Educación Responsable.

«Empezamos hace cuatros años con el proyecto de la Fundación Botín y los niños han evolucionado mucho, ha habido en ellos un cambio de lenguaje; en el patio tienen menos conflictos, se hablan de manera más respetuosa… También ha repercutido en los profesores, hay más empatía entre nosotros», asegura Gema Martín Hierro, coordinadora del programa en el colegio El Porvenir. Esta docente asegura que fuera del aula también se ven resultados. «Los padres también han visto los cambios. Muchos se sorprendieron por actividades como la de la autoestima, en la que les pedimos a los chicos que nos digan qué hacen bien. Estamos acostumbrados a la autocrítica y al autocastigo y los padres entendieron que decirles en qué son importantes genera una mejor convivencia en la familia y en el colegio».

Orgulloso de mi esfuerzo.

Una de las actividades para fomentar la autoestima consiste en pintar un gran Sol en cuyos rayos cada niño escribe unas líneas sobre las áreas en las que se considera bueno. «Me gusta patinar y cada día mejoro más», dice una niña de 9 años. «Estoy orgulloso de mi esfuerzo», señala Edu, de su misma edad.

Algunas de las tareas toman como punto de partida la creatividad, clave en el programa. Un ejemplo es «Reflejarte», en la que los estudiantes analizan obras de diferentes artistas para crear otras propias y, con ellas, expresar emociones. El Porvenir ha trabajado con la obra de la etíope Julie Mehretu, que tuvo que huir de su país y que envía mensajes de connotación política y social a través de distintos materiales. Los alumnos recurrieron al acetato que, al ser transparente, permite superponer los dibujos de todos y que así, los miedos sean compartidos. «Hablamos con las tutoras de nuestros miedos e intentamos reflejarlos en símbolos que luego hemos pintado. Elegimos la violencia de género, la desigualdad económica, el problema de la inmigración o la brecha salarial», explica Aisatu, alumna de primero de la ESO. «Ahonda en la expresión de los alumnos sin copiar de la realidad, no se trata de dibujar bien o mal, sino de expresar temas que les preocupan a través de un arte abstracto; es una labor personal muy grande», explica Marta Fernández Flores, profesora de Educación Plástica del colegio.

Una realidad bien distinta plasmaron con este mismo proyecto los alumnos del colegio CEIP República de Panamá. Está ubicado en Hellín, una de las zonas más duras del barrio madrileño de San Blas, donde se sufren altas tasas de paro y donde algunas familias sobreviven en casas ocupadas. Los niños hicieron dibujos que representaban sus miedos a los desahucios o a la muerte de los padres. La difícil situación de muchos de sus alumnos no ha hecho, sin embargo, mella en su desarrollo académico. «Hay que quitar los clichés», apunta Elena Nebreda, directora del CEIP. En este colegio hay 27 alumnos con necesidades especiales, ya sea por cuestiones físicas, mentales o por el hecho de venir de otros países y tener que insertarse en una nueva cultura. El centro apostó siempre por un sistema personalizado en el que el encaje de la inteligencia emocional ha sido «la guinda de todo nuestro trabajo», asegura Nebreda.

Una de las conclusiones del tercer informe del plan de evaluación psicológica del programa Educación Responsable presentado el pasado mes de junio en Santander es que los niños reducen los comportamientos agresivos. «El proyecto no puede resolver todo pero da claves para evitar situaciones como el bullying, el acoso, las drogas e, incluso, la obesidad», señala Nebreda.

Amor a la familia

Otra actividad orientada a la reducción de conflictos o agresividad se hace a través de la literatura. Se escoge un libro, por ejemplo, «Adivina cuánto te quiero», para que los niños pongan en valor el amor y el cariño hacia la familia. «Los niños identifican el amor pero también por qué sienten enfado y cómo aprender a gestionarlo a través de recursos que no sean la violencia. Sobre todo en primero, segundo y tercero de Primaria en que, como no hablan mucho, lo primero que hacen es recurrir al golpe. Ahora se resuelve el conflicto», explica la docente Miryam González.

La música también está presente en el programa a través del «Coro de las emociones», donde interpretan canciones y cuentan cómo les hacen sentir. «Es importante que manifiesten cómo se sienten, también la tristeza; hay niños cuyas madres no les dan un beso o apenas están con ellos y todo esto se manifiesta», señala Valentina Ramos, profesora de Infantil.

La satisfacción de los profesores, clave para que los alumnos mejoren.

El pasado mes de junio se presentó en Santander el tercer informe del plan de evaluación psicológica del programa Educación Responsable de la Fundación Botín.

Los niños de 5 a 9 años que trabajan la inteligencia emocional y social son más creativos (+15%) y menos agresivos (-23%). A partir de los 12 años se produce un menor retraimiento (-19,8%), más autoconocimiento emocional (+8%) y mayor control del estrés (+3%). Javier García Cañete, director del programa, dijo estar «muy satisfecho» con los resultados del estudio realizado por la Universidad de Cantabria. La investigación puso de manifiesto el papel clave del profesorado. Su inteligencia emocional, su implicación laboral y su satisfacción con el trabajo influyen cada vez más en las competencias emocionales, sociales y creativas de los estudiantes.

Fuente: ABC

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