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Minimalismo Digital, el largo camino de vuelta a ser humanos

La vuelta de mi oficina hay un hospital gigante, y cada mañana cuando estoy llegando me encuentro con la misma escena: un puñado de médicos, con sus guardapolvos y todo, fumando mientras conversan.

A veces desde la crítica a la tecnología se escribe con completa seguridad de lo que sedebería hacer con ella, sin seguir aquellos consejos en la intimidad, tal como los médicos fuman afuera del hospital.

Uno de los consejos que con más frecuencia se da es el de reducir nuestro uso de tecnología, sobre todo de pantallas, lo más posible. Que debemos apagar todo al menos una hora antes de dormir, que indefectiblemente la luz de las pantallas afecta nuestro sueño, que debemos encontrar el equilibrio entre hábitos de uso y los valores en los que creemos.

Marie Kondo digital

Alcanza con cambiar algunas palabras de esta última oración para ver que no es más que una expresión renovada del minimalismo, aquel que en los últimos años se puso tan de moda acompañada de los consejos de Marie Kondo. Si «no transmite alegría», entonces vuela, sea una vieja remera o una aplicación en nuestro celular.

Millones de personas, siguiendo este renovado interés por el minimalismo, se vieron inclinadas a deshacerse de incontables posesiones que no les traían felicidad. Si el desorden inmaterial de la información en nuestras vidas, sumado a la permanente conexión y el bombardeo diario de notificaciones tampoco «nos transmite alegría», quizá sea hora de ordenar un poco nuestros hábitos.

Digital Minimalism (2019), de Cal Newport, es una especie de libro de autoayuda cuyo propósito es orientar en la búsqueda de aquel añorado equilibrio para la tecnología en nuestras vidas. No es un llamado a la absoluta desconexión, otro extremo cuestionable, sino hacia el uso consciente de la tecnología, orientado a enriquecer nuestra experiencia.

Entre otras cosas, Newport dice que el libro toma inspiración del estoicismo, una escuela filosófica sostenida en la convicción de que dado que no podemos controlar ni depender de aquello que nos excede, debemos enfocarnos en el autocontrol y en la elección de nuestras respuestas a lo que el mundo nos arroja. El estoicismo es una corriente de pensamiento que se inclina a la acción y no a la reflexión desaforada.

«El estoicismo», dice Newport, «en un nivel fundamental contiene una gran máxima de la psicología: los pensamientos reactivos, más que los eventos en concreto, controlan la forma en que experimentamos nuestras vidas. Aprender a encontrar fuerza y regocijo en lo que podemos controlar por sobre aquello que se nos escapa puede sonar simple, pero puesto en práctica es muy profundo».

La idea de que «menos es más», central al minimalismo, puede rastrearse a estoicos como Séneca pero también al pensamiento de Thoreau -el minimalista hipster originalque con su famosísimo Walden (1854) retrató la vida en el bosque en una diminuta casa construida por él mismo- y, más recientemente, a Marie Kondo.

Todos ellos coinciden en que enfocar nuestra energía en lo que sabemos que es realmente valioso para nosotros nos dará mayor bienestar que disiparla entre muchas otras cosas pequeñas, solo por temor a perdernos de algo, cuyo valor incluso desconocemos.

No es lo que Steve Jobs quería

Newport se jacta de no tener redes sociales, y al leerlo un poco fantaseo con cómo podría ser mi vida si las cerrara todas. Esa es la promesa que tiene aparejada toda propuesta de recuperar tiempo: de repente podríamos hacer mil cosas, leer mil libros (o escribirlos), aprender idiomas, plantar un árbol, quién sabe.

Lo que dice Newport, sin embargo, es un poco más razonable: aunque algo de valor podamos tomar de nuestro uso de redes sociales, más seguro es apostar por aquello que sin duda alguna «mueve nuestra aguja». En otras palabras, es mejor apostar por lo que sabemos que nos enriquece, y no por preocupaciones secundarias, como tener un montón de likes y retuits. «Si usara redes sociales», dice Newport, «probablemente tendría muchos seguidores, pero también escribiría menos libros. Me quedo con ellos antes que con los retuits».

Como confiesa en el prólogo, Newport encontró la motivación para escribir en el fenómeno que Andrew Sullivan había descrito para la revista New York en una nota de 2016 titulada » Solía ser un ser humano«. En ella Sullivan advertía que el incesante bombardeo de información nos ha vuelto adictos prontos a colapsar. Esto, sostiene Newport, no es siquiera lo que Steve Jobs hubiera querido que hiciéramos con nuestros teléfonos.

A lo largo del libro, luego de establecer su punto, Newport propone una serie de prácticas para reclamar nuestra atención, y todo lo justifica en el minimalismo digital, «una filosofía del uso de la tecnología en la que enfocamos nuestro tiempo conectados en pocas actividades, cuidadosamente seleccionadas y optimizadas en apoyo de lo que valoramos, que luego nos permiten perdernos felizmente de todo el resto».

Tres principios minimalistas

Este minimalismo digital se reduce a tres principios. El primero establece que el desorden nos sale caro. Usar demasiadas apps, dispositivos y plataformas al mismo tiempo termina «empantanando» sus beneficios individuales. A veces es mejor hacer una cosa a la vez antes que ocupar nuestro tiempo descerebradamente.

En segundo lugar, establece que nuestro uso de la tecnología debe ser plenamente consciente. No solo en tanto cada tecnología que usamos debe ser consistente con aquello que valoramos, sino también en tanto debemos prestar mucha atención al modo en que vamos a usarla.

Por último, y reforzando los puntos anteriores, el minimalismo digital nos invita a comprometernos con nuestro uso de la tecnología adoptando una postura más intencional que fortuita. Más que el «si no transmite alegría» de Kondo, a lo que apunta es a que podamos vivir nuestra autonomía. Al tomar control del rol que lo digital adquiere en nuestras vidas se altera también nuestra percepción de quiénes somos. Usar tecnología de modo intencional devuelve sentido a lo que hacemos, y lo vuelve propio.

En términos más concretos, y como recomendación general, podemos tomar una última sugerencia: borrar de nuestro teléfono toda aplicación cuyo modelo de negocios se apoye en cuánta atención le damos. «Estas apps son a tus habilidades cognitivas como la comida chatarra a tus habilidades físicas», dice.

No todo el mundo es dependiente de su teléfono, y tampoco debemos olvidarlo, pero su libro hace a una lectura fascinante acerca de las preocupaciones que la mayoría tiene frente a la tecnología digital: lo agotador y adictivo de su uso excesivo, la forma en que altera nuestra autoestima, disminuye nuestra felicidad y, sobre todo, nos distrae de otras actividades más valiosas.

En resumidas cuentas, lo que Newport se propone es hacer evidente el modo en que «dejamos de ser humanos», y luego sugerir un camino de vuelta. En cuanto a mí, procuraré evitar ser el médico que fuma en la esquina del hospital.

Fuente: Valentín Muro para La Nación

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